viernes, marzo 24, 2006

El fin del mundo

Porqué Zidane recibe la pelota entre dos rivales que van a golpearlo, los elimina con una gambeta, y no lo tocan?
La cede a Roberto Carlos que sube por la banda, este llega al fondo, y en un solo toque envía el centro a la media luna del área.
Y el francés de aire, impacta el balón con la cara externa del pie izquierdo. Y la bocha vuela obediente y se clava en el ángulo?
Y el arquero la mira pasar, y el estadio del Manchester queda mudo, admirándolo y odiándolo?
Porqué no mueren más criaturas atropelladas en las calles?
Miles de automóviles pasan todos los días a gran velocidad, por delante de los colegios junto a las veredas donde ellos juegan sin conciencia de peligro.
A nadie le sorprende que aviones que pesan cientos de toneladas se desplacen por el aire sin ningún problema. ¿Les parece normal que se vengan abajo con tan poca frecuencia?.
A nadie sorprende que luego de años aspirando varios paquetes de humo cancerígeno al día, sólo uno de cada tres fumadores muere a causa de este vicio?
Por qué el Quini o la lotería en sus pozos más grandes siempre le toca a algún muerto de hambre? A un tipo sin laburo, y lleno de deudas.
Cómo es posible que los matrimonios duren tantos años?
Cómo se reciben de abogados ó médicos semejantes animales analfabetos?. Cómo aprueban los examenes?
Cómo puede alguien llegar a presidente de la nación, ó gobernador de provincia sin ningún mérito que lo justifique? Y sin que el pueblo los quiera como sus representantes?
A quien le asombra leer el cuento “Todos los veranos(*)”?, y pensar que lo hizo un simple mortal? (alguien que vivía y sufría como nosotros, y que los intolerantes no lo pudieron soportar).
Porqué un tipo tan feo y aburrido, se cepilla a semejante pedazo de hembra?
Si se ha planteado alguna de estas preguntas y ha llegado a pensar en la intervención divina, estaba en lo cierto.

Dios nos creó así, imperfectos y libres, y aquello le proporcionó una diversión sin límites.
El creador desde arriba, se pasaba días enteros cagandose de risa. Divertido.
Mirando a los seres humanos tropezándose, chocando sus vehículos por maniobras imbéciles, no usando preservativos, eligiendo a sus representantes tras ser seducidos por discursos, quemándose con el fuego una y otra vez, cometiendo las mayores estupideces por amor, o ahogándose en los río por intentar impresionar minas.
Pero se dio cuenta de que si dejaba al hombre a su libre capricho, se iba a quedar pronto sin joda.
El ser humano era demasiado torpe, se encamina a la extinción en muy poco tiempo.
El impulso autodestructivo del homo sapiens no tiene límites.
No contentos con sus torpezas cotidianas, un grupo de hombres, eligen a George W. Bush como rey del mundo. Y este organiza un par de guerras por año, de consecuencias devastadoras.
Esto no podía ser.


Cuando Carlitos de la Rioja murió, el Creador se encontró en un aprieto.
Había sido un político hábil. Había lavado, aparte del abundante dinero del narcotráfico, el cerebro de millones argentinos.
Había amasado fortunas, gracias a los generosos actos de corrupción de su gobierno. Que exigía a sus adeptos silencio y votos, a cambio de promesas de salvación eterna, y vivir en el primer mundo.
Había practicado la poligamia, y la mentira sistematizada, y hecho perder la virtud a centenares de jóvenes militantes por medio de engaños.
Había ingerido y traficado con todo tipo de drogas, y subvencionado alguna que otra campaña militar en países hermanos, también subdesarrollados. Vendiendo armas que no funcionaban, a buen precio.
Había dejado un país en ruinas.
Merecía arder en el infierno por toda la eternidad.

Sin embargo, había un factor atenuante.
Carlitos de la Rioja, a su manera, había ayudado a la gente. Algunos actos de gobierno que había realizado habían funcionado y, de ese modo, había mejorado la vida de algunas personas. Los grandes capitales lo amaban, cada vez eran más ricos, gracias a su política de estado.
Estaba el caso de aquella vendedora de cemento que tras ser tocada en la frente por el reverendo Carlitos, llegó a convertirse en la dueña de grandes territorios y trazados ferroviarios nacionales, monopolizando el mercado. Y encabezó el listado de los más ricos, en las sociedades de beneficencia de Nueva York.
Comprando obras de arte carisimas. Que colgaba en su piso de la Gran Manzana, y observaba solamente ella, desde su silla de ruedas.
O aquella joven funcionaría liberal, hija de un célebre economista de gobiernos militares que, gracias a su toque divino, mejoró enormemente en su aspecto y en bienes.
Vendió empresas del estado con la misma soltura con que se negocia con el verdulero, y terminó en la tapa de las revistas cholulas en bolas, solo cubierta por un abrigo de pieles de animales en extinción.
Que su secretaría de estado debía proteger.


Carlitos fue llevado ante aquel cuyo nombre había pronunciado tantas veces en vano.
Desde su enorme trono, Dios le dirigía una colérica mirada.
Los grandes bucles de su barba blanca se perdían en el infinito. Tras un espantoso silencio, que pudo durar siglos o segundos, Dios habló y su estruendosa voz hizo temblar el universo.

- Carlitos..., has sido un auténtico hijo de puta...!

Al político de la Rioja le sorprendió el lenguaje utilizado por el Creador.

- Me arrepiento de mis actos... Señor...!, humildemente...

- Tu tono de voz no me convence en absoluto...! - Contestó Dios con frialdad.


-De verdad, de verdad...Señor...!, no puede haber nadie en el mundo más arrepentido que ioo...! - Dijo Carlitos, entre sollozos.

La voz de Dios se llenó de furia, y en el cielo aparecieron miles de relámpagos amenazadores e imágenes apocalípticas.

Dudo que jamás logres redimir la magnitud del mal que has hecho a este país..., en vida...!

- Te condeno...!, a vagar por la Tierra y ayudar a los hombres...!

- Déjeme señor..., déjeme que le explique, humildemente, ... cuales eran mis planes para mis queridos hermanos...y hermanas de mi patria...!


-¡Hágase el silencio! - dijo el Creador, enojado.

Y una vez dicho esto, lo miró con indiferencia e hizo un gesto desganado con la mano, como quien se aparta una mosca de la nariz.
El ex presidente vio pasar las nubes a su alrededor.
Veloces.
Estaba descendiendo en caída libre hacia la Tierra.
Bajo él, podía ver montañas, ríos serpenteantes, pequeñas poblaciones y campos sembrados aproximándose rápidamente.
Entró en pánico.
Se puso a mover los brazos en un intento desesperado de salvarse, hasta que se dio cuenta de que en su espalda habían aparecido dos apéndices alados.
Marrones oscuros. Con plumitas.
Carlitos de la Rioja se había convertido en ángel.


La primera buena acción del político corrupto tuvo lugar en un aula de un pequeño colegio del interior del país.
Carlitos se encontraba aleteando por el aire de la clase, cuando su mirada se fijó en un niño que estaba peleándose con un problema de matemáticas.
Jaimito, así se llamaba, era el niño más torpe de segundo grado.
El ángel leyó el sencillo problema matemático, cuya resolución necesitaba de una simple resta y le susurró varias veces el resultado a la oreja. Jaimito, con poca convicción, escribió el número en su cuaderno apretando la birome.
La maestra sorprendida, al ver que el niño había escrito la solución correcta, decidió preguntarle el resultado, para así mejorar la baja estima que el alumno tenía de sí mismo.

- Veintisiete...! - Contestó Jaimito.

-¡Muy bieeeen... Jaimiiiito! - Celebró la maestra ¡Pero muy bien!,... ¡Esa es la respuesta correcta! Te felicito...!

El resto de los alumnos de segundo grado miraban a Jaimito con admiración y él, por primera vez en su vida, se sintió realmente orgulloso de sí mismo.

- Jaimito, pasa al pizarrón para que veamos todos... cómo has resuelto el problemita...!. – Dijo la maestra.


El niño sintió tanto pavor que se meó y cagó encima, provocando la carcajada maliciosa en todos sus compañeritos.
Este no era el Jaimito de los cuentos, podía afirmarlo.


Tras varios intentos igualmente fallidos, Carlitos se dio cuenta de que ayudar a la gente no era tan simple como había creído.
En su existencia como mortal se había pasado la vida convenciendo a la gente de que él era el mejor, que lo siguieran. Que haría de la justicia su arma más importante.
Que no los iba a defraudar.
Prometía éxitos, fortunas, y futuros mejores, los llenaba de esperanzas. Sabiendo que cada vez serian más pobres e ignorantes.
Y dominados.
Hacia de sus tramposos amigos, honorables jueces de la nación. Para ayudar a sus patrones capitalistas con fallos perversos, contra los laburantes.
La gente vivía engañada, creyendo posibles cosas que no lo eran. Y así, las frustraciones los fueron minando. El hambre fue la sensación más frecuente que poseían. La desocupación ascendía meteóricamente, junto a la delincuencia, la corrupción policial y la violencia inusitada.


Juan era un periodista joven atractivo y brillante.
Trabajaba a destajo en la televisión privatizada por Carlitos de la Rioja. Ella era una hermosa joven con un cociente intelectual extraordinario. Acababa de graduarse en ciencias de la comunicación en la universidad del Salvador.
Se gustaban desde la primera vez que se vieron, pero había algo en Juan que ponía freno al romance.
Algo que ella no podía descifrar en su cabecita rubia.
Hasta que Juan se sinceró ante las cámaras, un día en que las sustancias que utilizaba le jugaron una mala pasaba.
En el momento de mayor audiencia del canal, dijo que era puto.
Y que le gustaba.
Las sustancias utilizadas diariamente se empecinaban en deteriorar su belleza y calidad intelectual, de investigador y periodista. Sus programas de denuncia y cámaras ocultas, atrapaban solamente a la numerosa audiencia homosexual. Que él aseguraba estaba en crecimiento geométrico.
Y tenía razón.
Unos meses después lo internaron por sobredosis. Y depresión asociada a las drogas. Los colegas amigos decían en programas farandulescos, lo lamentable de su caída, y que se iba a recuperar.
Pronto.
Algunos trolos, que integran indispensablemente los paneles de estos programas, mostraban tristeza. Solo en el momento que los enfocaba la cámara.
Luego se cagaban de risa.
Ella tubo una serie de romances, que fueron tapa de revistas del ambiente. Durante el verano mostró las tetas para Play Boy de Argentina. Por un buen dinero.
Igual que Juan, ingresó al consumo de sustancias. Se frenaba con tequila.
Era lo más cool.
Aumentó un poco de peso, se la escucho opinar desafortunadamente sobre temas que no conocía en almuerzos televisivos.
Juan dejó una carta, y se zambulló de cabeza desde el balcón de su hermoso departamento de barrio Norte. Sin oponer las manos a la vereda de baldosas, que en un segundo se le vino encima. A través de sus grandes ojos verdes, en el aire, veía borroso.
Los huesos del cráneo no pudieron salvar el contenido blanduzco y frágil.
Le estalló la cabeza.
Duró su agonía más o menos tres noticieros. Lo lloró sinceramente todo el mundo, sobre todo las minas y los putos. Tenia treinta y tres años.
Ella no apareció en cámara.
El ángel de alas marrones lo sobrevoló hasta último momento. Hasta cuando se anunciaba la donación de sus órganos.



Por lo general, los ángeles disfrutaban de su vida en compañía de los hombres. De vez en cuando coincidían en una plaza o en un bar, y hablaban de sus vidas anteriores, y de la satisfacción que proporcionaba ayudar a la gente.

-No creo que sean conscientes de lo que están haciendo...! – Les decía Carlitos.

-¿Qué me querés decir...?- Preguntó un joven ángel.

El ex presidente tuvo que esperar antes de contestar, porque el ángel se había levantado para señalarle a una niña de tres años que lloraba perdida, dónde estaba su mamá.

- Los estamos engañando...!, esto es chamuyo...!, de esta forma no estamos ayudando a nadie...!


Mohamed Ata Jr., se enfrentaba al mayor reto de su carrera de piloto suicida, entrenado en la real fuerza aérea británica. Con el nombre cambiado a un borrachito de Liverpool, por su organización terrorista.
El Boing 747 salía con la máxima carga de combustibles en sus tanques del aeropuerto de Los Angeles.
El pasaje con capacidad completa. En su mayoría escolares.
Ata Jr. tomó los mandos un momento antes de sobrevolar el nuevo estadio de los Lakers.
Esa noche se disputaba una semifinal de la NBA.
Una pasajera afroamericana que dominaba las artes marciales, logró reducirlo y evitar que se estrellaran contra el mega edificio repleto de gente.
El árabe se suicidó mordiendo una cápsula con veneno que mantenía en la boca, por si las moscas.
El ángel de la cabina del Boing, suspiró aliviado.

Pero en Caballito, una anciana al tratar de observar un atardecer de Buenos Aires. Desde su balcón del octavo piso. Con “Jazmin”, su mascota, en brazos.
Un chihuahua blancuzco, con cobertor de paño a cuadritos atado al cuello.
El perrito sin previo aviso, saltó al vació.
Y al desplomarse desde aquella altura y destrozarse contra el suelo, el animalito aplastó en su impacto la cabeza del portero santiagueño que barría la vereda. Silbando un tango.
Aquello sucedió bajo la presencia de un ángel de mirada severa que revoloteaba sobre la avenida.

A partir de ese momento no hubo marcha atrás.
Los dueños de restaurantes perseguían a clientes indeseables, montados en modernas camionetas cuatro por cuatro, para balearlos en plena calle.
En los restaurantes empezó a quemarse la comida.
A los animadores de televisión, les venían ganas insoportables de “ir de cuerpo”, estando en vivo.
Los cadáveres de mujeres jóvenes aparecían en estado de descomposición, en descampados cercanos a las capitales.
Luego de las festicholas drogonas de los hijos del poder, en provincias tan pobres que la causa más importante de internación en los hospitales, es la desnutrición, y sus consecuencias.
Una niña palestina subía a un autobus repleto de escolares en el centro de Jerusalen, con diez kilogramos de explosivos escondidos entre las ropas, para inmolarse.
Los pibes morían atropellados frente a las escuelas, y también de hambre y marginación, en sus chozas tucumanas, formoseñas o bonaerenses.
Los honorables senadores de la nación recibían del propio gobierno democrático, jugosas sumas de dinero americano para levantar la mano, durante la votación de leyes corruptas.
Que producirían más hambre, analfabetismo a la población, y su consecuente violencia.
Algunas mujeres, en lujosas residencias rurales. Con vigilancia privada, cancha de tenis y masajistas a domicilio. Morían accidentalmente, de seis balazos en la cabeza. Según la versión de sus familiares más íntimos.
El consumo de pegamentos aspirado dentro de una bolsa de supermercado por adolescentes, se multiplicaba siniestramente.
Como los piojos en su propia cabeza.
Delanteros infalibles erraban goles “hechos”, donde solo debían empujarla.

El fin del mundo estaba cerca, era sólo cuestión de esperar.


(*) Su autor es Haroldo Conti (Argentino - Desaparecido el 4 de mayo de 1976)

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